martes, 3 de diciembre de 2013

Literatura en la calle

Sin otra pretensión que dejar noticia, el domingo pasado se presentó en el Café Libertad 8 el nuevo número de la Revista Otras Palabras. En el acto fueron convocados aquellos escritores que habían sido publicados en el volumen y se les invitó a que leyeran algunos ejemplos de sus obras.

De esta manera, la velada contó con las voces de Patricia Barrera, Marta Gómez, Andrea Rodrigo, Carmen Herrero, Begoña Regueiro y  Manuel Quiroga, entre otros. Todos los participantes nos ofrecieron parte de su alma y de su forma de entender la vida en forma de relatos y poemas.

Pudimos compartir versos, letras y vinos en una ocasión que siempre es motivo de celebración: la publicación de una revista que recoge las nuevas maneras de hacer Literatura hoy día.


lunes, 18 de noviembre de 2013

Educación secuestrada

El mes pasado varios alumnos de Realización de Espectáculos y Audiovisuales del IES Príncipe Felipe de Madrid, realizaron este vídeo para mostrar su rechazo a los recortes que el actual Gobierno está llevando a cabo en materia de educación.

Con este vídeo quieren expresar que "no estamos ciegos ante lo que se está haciendo, se está secuestrando un derecho básico como es la educación y no vamos a permitirlo", según uno de los implicados.

Ahí dejo el audiovisual, ¿qué os parece?


jueves, 14 de noviembre de 2013

Un largo viaje

Se levantó una mañana y echó a andar.

No sabía hacia dónde dirigirse, lo dejó en manos del destino. Por apetencia iba ora a la derecha, ora a la izquierda... A veces seguía recto un buen trecho.

Pasaba por caminos de piedra, de arena, carreteras asfaltadas, por puentes, cruzaba ríos con los pies descalzos... Parecía que no iba a llegar a ningún lugar cuando, por fin, vio a lo lejos unas grandes puertas doradas.

Se acercó hacia ellas con gran emoción, despacio. Llegó al cabo de un rato y junto al portón un cartel rezaba:

BIENVENIDO AL EDÉN
San Pedro le desea una feliz estancia

(Hacia 2007)

lunes, 21 de octubre de 2013

Teacinosía



Después de tanto tiempo, el grupo artístico Otras Palabras vuelve a la carga transformando un simple recital en todo un espectáculo teatralizado, donde nos ofrecerán los textos vivos y sinceros a los que ya nos tienen acostumbrados.

Vamos a poder ver una nueva etapa en la que todas las artes se unen para brindar a la poesía un soporte desde el que elevarse más alto, si cabe.

Vayan a verlo si pueden, porque el espectáculo dará qué hablar...

martes, 17 de septiembre de 2013

La chica de todas las historias

Por fin empezó el curso. Mochilas nuevas, lápices de colores, algarabía y brillo en los zapatos de charol de la chavalería.... y por aquí también se vuelve a las letras y las imágenes.

Para ello, la mejor forma de hacerlo es con este pequeño audiovisual que se basa en un poema de Begoña Regueiro, de su libro Diosas de barro. La puesta en escena, dirección y montaje corre a cuenta de Andrea Rodrigo.

Y sin nada más que decir, ahí dejo el videominuto.





viernes, 16 de agosto de 2013

Lo que hace la caló




"Ideas de bombero" o "Luke, deja el casco de papá",
2013, foto sin instagram. 

martes, 18 de junio de 2013

Vagabundo

Tengo las botas llenas de guijarros
y un botón en el bolsillo de mi abrigo
que algún día -prometo- coseré.

Tengo un agujero en el pecho
lleno de cristales rotos, pequeños trozos
de lo que un día -seguro- fue corazón.

Guardo un cigarrillo aplastado
y otro que tiene carmín en el filtro;
me recuerdan miserias de ti y de mí.

Duermo estirada en la hierba
y hecha un cuatro en tu húmeda alcoba,
como enroscada serpiente dispuesta a atacar.

Encuentro fantasmas y sombras
en todo aquello que no lleva tu nombre:
me da miedo todo lo que no huele a ti.

miércoles, 12 de junio de 2013

Leyenda de Don Fernando


Presento un relato sonoro que he elaborado sobre un texto que tenía de hace mucho, mucho tiempo. La locución corre a cargo de Patricia López.

martes, 4 de junio de 2013

Lidia

Un día encontré a mi alma gemela. La conocí una noche… en un sueño.

Mi vida siempre había estado vacía, era un paria, un bulto, un escombro con un buen trabajo. Creo que tenía algún amigo, mi familia parecía apreciarme. Mis padres estaban orgullosos, no en balde había logrado una buena colocación, tenía un sueldo suculento que podía gastar en un montón de vicios, buenos trajes, alcohol, tabaco, alguna droga de diseño que conjuntaba con esos trajes de Armani. Tenía toda la compañía que podía desear solo con poner un billete sonrosado sobre la barra de un bar de cinco estrellas. Pero estaba solo. Siempre estaba solo…

Sí, a pesar de la vida frívola que llevaba, siempre había sido un romántico.

La primera noche la vi al fondo de la barra. Era el lugar donde siempre acabábamos las noches. Un antro de mala muerte que permanecía abierto gracias a los sobornos que el dueño le pagaba al concejal. Era un tipo gordo y bajito. Siempre llevaba un traje pasado de moda y raido en los codos, pero a él no le importaba que la prenda le quedara pequeña ni que acusara el paso del tiempo. Tampoco parecía que le molestaran esos lamparones de grasa que lucía como medallas de guerra en la solapa de la chaqueta. Simplemente era asqueroso verlo comer su hamburguesa, todas las noches en el rincón más apartado del garito.

El local recogía lo mejor de cada casa a partir de las cuatro de la mañana. Las putas más jóvenes aún reclutaban clientes a los que satisfacer, mientras que las viejas y gastadas terminaban sus jornadas y se ofrecían por unas copas que no podían pagar. Algún incauto, borracho o completamente puesto de sustancias alucinógenas, permitía que se la chuparan en el callejón de al lado por un güisqui sin hielo.

Los clientes VIP, sin embargo, descendían a las profundidades de la ciudad acompañados por las chicas más guapas. A la derecha de la entrada principal se abría la puerta al paraíso de los burdeles y del juego prohibido. Al bajar las escaleras de aquel exiguo y solitario local se entraba en un mundo bañado en un ambiente de luz azul. Aquello me ocurrió a mí la primera noche en que la vi.

Me acerqué hasta ella lleno de confianza, pero me desarmó invitándome primero a una copa. Conversamos un rato. Hablaba de su infancia en un pequeño pueblo cerca de Oviedo, de sus sueños por convertirse en una chica Almodóvar a los quince años, de sus estudios de medicina en Madrid, de sus relaciones rotas, de lo que estaba por venir… Lidia, me dijo que se llamaba Lidia.

Mi acompañante desconocida me condujo a un pasillo interminable al otro lado de una tupida cortina. La disposición del sótano escapaba a toda lógica y sólo podía explicarse dentro de la utopía de una ciudad-butrón. Una ciudad paralela a la real y subterránea, cuyas dimensiones y funcionamiento respondieran a otros parámetros. El pasillo parecía no tener un final claro. A esas horas, ya tarde, de madrugada, guardaba silencio: el tiempo parecía flotar bajo una luz tenue y aséptica que generaba brillos en el suelo. A ambos lados se sucedían puertas, hasta perder la cuenta.

Estaba perplejo, mientras mi acompañante abría la puerta más inmediata que daba acceso a un cuarto con una cama grande, no dejaba de plantearse la posibilidad de que, en la distancia, a ese mismo pasillo desembocaran otras escaleras de otros burdeles. La chica me empujó hasta la cama. Una vez tendido en ella la vi cimbrearse hasta el rincón que escondía una pequeña nevera. Preparó lo que parecía un cóctel de color verde y me lo acercó hasta los labios. “Bebe”, susurraba suavemente, “bebe”, decía con voz de terciopelo.

Desperté de repente, empapado en sudor frío. ¿Había tenido una pesadilla? No, no era eso… La boca me sabía a sangre y solo podía oler la podredumbre de los cuerpos putrefactos. De un salto, con el estómago revuelto, me metí en la ducha. Froté con todas mis fuerzas, pero el olor no desaparecía... En el trabajo no podía concentrarme y cada vez que cerraba los ojos una cara venía a mi cabeza y una voz… Una voz suave y lejana, de mujer, que me decía: “Lidia”.

Me dirigía a mi casa cuando me crucé otra vez con su sonrisa. Llovía tanto que apenas se veía nada a menos de dos palmos de distancia; sin embargo, la reconocí. No sé exactamente cual fue el resorte que me hizo frenar, pero clavé el coche en medio de la calle y lo abandoné lanzándome a perseguir al espectro que conocí en aquel sueño.

Corría tras la gabardina roja por un sinfín de calles plagadas de paraguas multicolores sin llegar a alcanzarla. Parecía que el corazón me palpitaba como no lo había hecho nunca. Casi al final de la avenida la vi girar a la derecha; seguí sus pasos por numerosos callejones obsesionado por la idea de encontrarla y poseerla y sin darme cuenta de que la había perdido de vista.

Extenuado, dejé de correr sin rumbo. Me doblé apoyándome en las rodillas para poder respirar. “Lidia… Lidia…”, oía dentro de mi cabeza, “Lidia…” Una terrible paz se apoderó de mí y cerré los ojos un instante para sentir su plenitud. Me trasladé a la chopera donde de pequeño jugaba a ser capitán de un gran ejército. Tenía ocho años y peleaba contra los árboles. Daba tajos a diestra y siniestra con una rama seca que se rompía en mil astillas al chocar contra la corteza del enemigo. Al perder la espada corría a refugiarme: “¡Soldados! ¡A mí! Me atacan…” Conseguía milagrosamente una nueva arma y volvía a la carga.

Como si mi vida dependiera de ello, me lancé como un loco hacia el general de los chopos, pero entonces algo desvió mi atención. Entre los árboles vi la gabardina roja. Paré un momento, sus ojos se cruzaron con los míos. Mi infantil mano soltó la rama y como hipnotizado, avancé hasta la chica que me esperaba sentada en un tronco caído.

Cuando llegué a su altura, extendí los brazos para rodearla por la cintura. Apoyé mi cabeza entre sus pechos y al separarme volvía a ser yo: el mismo de la noche anterior, con mi traje y corbata. Ya no estábamos en el idílico bosque de mi niñez, sino bajo la lluvia en un sórdido callejón sin salida. Ella se separó un poco de mí y dio unos pasos. Como yo estaba completamente inmóvil se giró hacia mí y me tendió su cálida mano. Me aferré a esa sensación y eché a andar tras ella. Una puerta que había tras las escaleras de incendio del edificio de la derecha se abrió y volví a sumergirme en el abismo soterrado de la gran ciudad.

Pronto, todo se volvió negro, oscuro: ruido. Comencé a oír los cláxones de los coches, furiosos, gritos e insultos. Alguien se cagaba en una sufrida madre… en la mía. Tenía las dos manos en el volante y la mirada perdida. El semáforo había pasado ya dos veces por el verde y una señora de unos cincuenta años aporreaba de mal humor mi ventanilla. Metí primera y me alejé de ellos sin mirar atrás, quemando rueda y dedicándoles un saludo por la ventanilla con mi dedo corazón.

Abrí el congelador, saqué tres cubitos de hielo y los dejé caer en un vaso ancho de sidra. “Clinck, … clinck, clinck”, me deleité con el sonido que hacían al chocar y con el de la ginebra cayendo sobre ellos. El burbujear de la tónica me reconfortó hasta un extremo que no imaginaba. Encendí la televisión para que me acompañara mientras me tiraba en el sofá a pensar qué es lo que me había ocurrido aquella tarde. Media botella de Larios más tarde, volví a sentir punzadas en la cabeza y ese olor a muerte con el que me había levantado una mañana. No había nada en mi nevera que estuviera descomponiéndose así que me metí en la cama dando tumbos después de abrir todas las ventanas de mi apartamento.

Soñé con una mujer sin rostro. Soñé un cuerpo voluptuoso, blando y sonrosado; lleno de curvas imposibles. Mis manos ascendían por unas piernas suaves, largas, interminables; acariciaba el interior de los muslos mientras besaba su pubis rasurado. Mi lengua se deslizaba lentamente por sus labios húmedos y tras el monte de Venus veía como su vientre firme y liso se contraía al compás suave de un “así,… más,… sigue…”. Repté por su cuerpo para poder besarle el cuello, largo y tenso, que sostenía su cabeza echada hacia atrás, pero tuve que detenerme entre sus pechos. Lamí los pequeños botones rosas haciendo círculos con la lengua. Intenté abarcar la amplia aureola sorbiéndola en mi boca. Mi mano derecha apretó su pecho izquierdo mientras mis dientes se clavaban en el derecho. Un gemido de placer me hizo retroceder momentáneamente para observar la escena desde arriba. Estaba sobre ella y mis manos llenas de pintura dejaban un rastro verde y rojo a lo largo de todo su cuerpo. Giró entre mis piernas, lo que antes era una sábana se tornó en un lienzo de susurros y gemidos. “Lidia, Lidia…”, me oía decir sin que mi boca articulara una palabra. La penetré desde detrás y sentí un espantoso frío, pero no pude dejar de poseerla, de hacerla mía con cierta violencia.

La luz del sol llenó mi habitación. La cabeza me dada vueltas, así que desayuné café y dos aspirinas. Bajo el chorro de la ducha me masturbé, como de costumbre desde que vi American Beauty. Me puse el traje marrón con una camisa verde lima y salí hacia el trabajo. Al llegar a la oficina, el jefe estaba esperándome. “Tengo que hablar contigo”, me dijo y me introdujo en su despacho. Se sentó tras la mesa y me indicó que hiciera lo mismo en una silla que había al otro lado. El día no podía empezar mejor: me ofreció un ascenso que llevaba incluido un suculento aumento de sueldo, además de una nueva secretaria para alegrarme la vista y, por qué no, hacer algo más ligero mi trabajo.

Me dirigí a mi nuevo puesto con una sonrisa de oreja a oreja. Paseé con mi mano el cuero negro del butacón donde reposaría mi trasero. Cuero de verdad, no ese asqueroso polipiel de las sillas de los oficinistas del tercero. Comencé la jornada echando un vistazo a los informes que esperaban en mi mesa. Las ventas habían subido gracias, sobre todo, a mi dedicación. Es lo bueno de no poseer vida familiar, mi vida se resumía en dos partes: trabajo y drogas. Y en cuanto a estas, me hacían rendir mejor en mi trabajo.

Solo fue un pequeño descanso para la vista, pero cuando levanté la cabeza allí estaba ella al fondo de la oficina, riendo las gracias del tontolaba de Alfredo. Traté de controlar los nervios, me levanté de la butaca, abroché el botón de mi chaqueta y fui acercándome lentamente sin perderla de vista. De pronto, una secretaria nueva se topó en mi camino preguntándome en qué piso estaba el archivo. Contesté con un gruñido y me la quité de en medio en seguida, sin embargo, Lidia ya no estaba allí. Corrí al ascensor, estaba ocupado y solía tardar una eternidad, así que me dirigí a las escaleras.

Bajé los seis pisos casi de un salto, me abalancé a la calle. Mi chica se metía en un coche; yo cogí prestada la moto de un pizzero y la seguí por la ciudad como un loco; obsesionado con la idea de perderla de nuevo. No podía permitirlo. Bajó del coche unas manzanas más allá, yo tiré la moto y corrí hacia ella.

Por fin la agarré, pero no sonaban los violines, estaba en mi casa. Ella reposaba en mi cama muerta y lo que yo creía pintura no era otra cosa que su sangre en mis manos, en la almohada, en las sábanas… La putrefacción que emanaba inundaba todo el apartamento. Su cadáver corrupto me miraba con la expresión del pánico. La había matado la noche en que la conocí. La ciudad había enmudecido y ya no escuchaba otra cosa que su nombre en mi cabeza: “Lidia, …Lidia…”, cada vez más lejano, como un eco. “Lidia”

domingo, 2 de junio de 2013

Scissors&Books

En un mundo no muy lejano la cultura está prohibida y leer conlleva grandes consecuencias...


lunes, 20 de mayo de 2013

Container

Primer corto o, más bien, experimento de clase. A ver qué os parece...




jueves, 16 de mayo de 2013

Madrugada

Excitada, feliz, alterada,
todo dando vueltas sin parar.
Anonadada, triste, epatada,
con el pecho ahogado de dolor.
Sola, acompañada y sola;
acogida y repudiada.
Mundos que van y vienen;
gentes, genios, ¡más!.
Mojito, daikiri, cerveza;
alma de vino y prosa,
de poesía y parodia,
coraza que viene y va.
Colores, sudor, orina,
orgasmo y pluma.
Te echo de menos.
Te quiero de más.
Alcohol hoy, mañana resaca;
verborrea mental
que une rosas y espinas
es la vida, me da igual.

(Madrugada. 5 de noviembre de 2010)

viernes, 10 de mayo de 2013

Y la esperanza

Y la esperanza perdura
al ritmo de no sé qué;
y todos mirando una luz
al final del túnel...

La esperanza perdura.

Un beso, un abrazo,
un cariño verdadero.
Un "me emociono"
y te sigo... ¡TE SIGO!

Una mirada...
Un mundo...
"Yo no sé qué te diera"...

Ese poeta que me estorba
para lanzarme como una loba;
y me ayuda el temor
que la esperanza perdura.

miércoles, 17 de abril de 2013

viernes, 12 de abril de 2013

Perséfone


   Sí, es verdad. Siempre fui una romántica. Nunca te dije lo contrario. Me encantan las cenas a la luz de las velas, que si son perfumadas, por cierto, dan más ambiente para... Bueno, ya sabes.

   Precisamente lo que me enamoró de ti fue que quisieras raptarme. Llevarme lejos de todo aquello que conocía. Me impresionó que quisieras ir conmigo hasta el fin del mundo y, si era necesario, un poco más allá.

   Sin embargo, ya estoy harta. En nuestra pequeña morada me ahogo. Me resulta imposible vivir aquí, sin luz… Sin sentir en mi suave piel blanca el calor de los rayos del sol. Me consumen los baños a la orilla de esa fría laguna Estigia y tu falta de interés por mí.

   Haces más caso a ese estúpido chucho, que no sirve ni de guardián ni de nada. Feo, muy feo y tonto. Con esa cola que parece de serpiente… Me da escalofríos pensar en él.

   Siento decírtelo así, pero ¡¡¡VUELVO CON MI MADRE!!!


F. Leighton, El regreso de Perséfone

domingo, 24 de marzo de 2013

martes, 5 de marzo de 2013

JAILNEWS

Hace no mucho presentamos la performance Jailnews en el instituto de Madrid Príncipe Felipe. El espectáculo trataba de aunar la proyección de un audiovisual con la interpretación y juegos de luces y sonido. Se trató de un ejercicio aparentemente sencillo de realizar pero con una fuerte carga emocional.
Jailnews nos dice que vivimos encerrados, oprimidos, por las malas noticias que nos presenta la prensa hoy día; pero nos presenta una salida. Podemos salir de esa cárcel y admirar lo que hay de positivo en el mundo.

Sin más explicación, aquí os dejo un vídeo montado a raíz de la performance. Próximamente subiré otro donde se vea en un plano general el espectáculo.

Espero que os guste.




viernes, 22 de febrero de 2013

Ciudad maldita



Me canso, me cansa.
No busco más que soledad
y siempre quiero compañía.
La tuya.

Atrás quedan esos tiempos
pasando la noche en el parque.
Y no termino la carrera.
La mía.

Por las calles vago como un poeta
que no encuentra la rima exacta.
Las musas me han abandonado.
Inspiración baldía.

Las mismas gentes en este pueblo
parecen distintas: Maquillaje y vestuario
del teatro.
(Agosto 2009)

martes, 12 de febrero de 2013

Saga de Geralt de Rivia (Andrzej Sapkowski)

Hace un par de meses que descubrí la Saga de Geralt de Rivia que es digna de leer. Su estilo es fluido y muy rápido, mezclando narraciones de cuentos populares (como una mención a una mujer que vivía en unas condiciones muy parecidas a las de Blancanieves) y alusiones a seres mitológicos y de influencia eslava (sobre todo polaca ya que el autor procede de allí). La saga se compone de 7 libros (8 en la edición de Bibliópolis que yo tengo) de unas 200-250 páginas llenas de aventuras de nuestro protagonista, de Yennefer la hechicera y Jaskier el trovador principalmente, aunque a partir del segundo libro aparece un personaje que será vital para nuestro protagonista de Rivia.

Geralt de Rivia es un brujo que en su infancia fue "secuestrado" por los brujos, los que le sometieron a un entrenamiento y le hicieron tomar unos elixires a los que solamente sobreviven unos pocos, es algo así como el entrenamiento espartano de la época, para que os hagáis una idea. Estos elixires le quitaron su humanidad, lo convierten en un mutante que técnicamente no tiene sentimientos, le convertían en alguien a quién solo debería preocuparle aquello para lo que fue entrenado: matar monstruos a cambio de dinero. Pero, nuestro brujo no será tan despreocupado como debiera, sino que se tomará bastantes molestias por los demás de una forma muy curiosa, en parte como hace la gente tímida, sin ser demasiado amable. Tiene dos espadas que usa como armas, una de acero y otra de plata para encargarse de personas o monstruos según necesite, ayudado de otros elixires que le ayudan a mejorar sus capacidades, ya de por sí bastante buenas como lo es ver en la oscuridad y moverse de forma extraordinaria

Yennefer es el amor-odio de Geralt, nunca sabes si cuando acabe el capítulo van a intentar matarse o terminarán en la cama. Ella es una hechicera que tiene cientos de años, pero no sabemos cuántos porque es de mala educación preguntarle la edad a una dama, que se mantiene joven gracias a conjuros; aunque Geralt cree que era una jorobada antes de someterse a los cambios por una especie de visión que tu acerca de ella una vez cuando estaban juntos. Dichos conjuros conllevaban unos cambios que son uno de los mayores rompecabezas de la relación. Como ella es hechicera y como les pasa a la mayoría no puede tener hijos debido a cambios hormonales, cosa que cuando era joven no debió importarle mucho sacrificar a cambio de poder pero que ahora la martiriza.

Jaskier es el mejor amigo del brujo, aunque personalmente yo no encuentro que le aporte mucho como amigo porque siempre le mete en más problemas que en otra cosa. Es un bardo muy conocido en todas partes, sobre todo donde haya realeza ya que le gusta codearse con lo más selecto. Su mayor habilidad, además de su forma de tocar el laúd y cantar es la facilidad que tiene para engatusar a cualquier mujer, vamos, es un mujeriego y eso les mete en bastantes jaleos. Recuerdo una parte de un libro en la que una mujer harta de él tira sus cosas por la ventana de una forma bastante violenta...

Cirilla de Cintra, llamada Ciri aquella que dije que aparece de repente. Es una niña de la sorpresa que está ligada a Geralt por una promesa. La promesa consistía en que le darían aquello que no sabían que tenían, en este caso la mujer a quién se lo dijo estaba embarazada por lo que la niña estaría mágicamente vinculada a él a través del hilo del destino. Está niña al principio será rechazada por Geralt que se arrepiente de haber usado el derecho de sorpresa ya que no quiere responsabilizarse de la niña, pero se da cuenta que no se puede huir del destino ya que ambos están ligados y siempre se encuentran. Ciri es tomada como pupila y aprende con los brujos en su torre, Kaer Morhen aunque como tiene habilidades especiales al final se Yennefer se ocupa de enseñarle hechicería.

Como siempre, os lo recomiendo encarecidamente que leáis los libros

Casandra

Arena (Magic - El encuentro): William R. Forstchen


A veces me sorprende como algo que jamás nos ha llamado la atención consigue cautivarnos si le damos la oportunidad. A mi me ha pasado muchas veces, entre otros motivos porque soy un poco incrédula (como norma general) y porque mi hermano tiene un gusto un tanto peculiar. Mi hermano, justamente fue quién me recomendó el libro Arena: el encuentro, primero le miré mal, luego entrecerré los ojos y de golpe los abrí; me estaba recomendando un libro sobre las Magic, sí, las cartas. No le miré mal por hobby ni nada, pero a mi aunque me apasiona la fantasía jamás se me hubiese ocurrido leer un libro sobre las Magic (que debe sonar tan poco emocionante como me sonó a mí), pero debo decir en su defensa que es de los libros más interesantes que he leído.

El libro comienza cuando nuestro protagonista, Garth, que tiene la peculiaridad de ser tuerto (por eso le llaman Garth el Tuerto), llega a la ciudad y presencia en la Arena de combate una lucha mágica entre dos casas. Mientras observa, Garth se anima a entrar en la arena y se enfrenta a un luchador de tercer nivel al que mata, cosa que al Gran Maestre molesta, ya que le ha matado alguien que pertenece al populacho, que no tiene ningún nivel de luchador y que ha conseguido hechizos del luchador al que mató que pertenecía a la casa naranja. Por eso mismo, decide esfumarse sin que nadie sepa adónde con la ayuda de un mendigo

A partir de ahí, nuestro amigo tuerto se rodea con lo peor de la ciudad, como suele pasar con la gente errante, que curiosamente es la gente más honrada que vive en la ciudad. Los mendigos le dan cobijo y le explican el funcionamiento de la ciudad, que se centra en la existencia de las casas mágicas que se dividen en 4 colores: naranja (Casa Fentesk), púrpura (Casa Ingkara), marrón (Casa Bolk) y la gris (casa Kestha); aunque antiguamente, 20 años antes existía también la casa turquesa que ostentaba el poder antes de ser masacrada.

Con toda esa información y una poca más que logra conseguir Garth, se une a la casa gris, teniendo como "sirviente" al mendigo que le ayudó a huir, Hammen, aunque éste solo accede a ser su sirviente durante el Festival, en el que luchan todas las casas para conseguir ir con el Caminante, que es una especie de ser superior que domina el maná.

Para saber si nuestro Tuerto consiguió lo que buscaba, si es que buscaba algo, te recomiendo que leas el libro porque contra todo pronóstico te enganchará y no podrás dejar de leerlo.


Casandra

viernes, 8 de febrero de 2013

esperando el 29


Gentes serias, caras largas; abismos en los que no puedes más que caer si tropiezas. Aquí no hay luz, no hay sol. Nadie regala una sonrisa; al mirarlos no encuentras sino ceños fruncidos o gafas de sol que ocultan al mundo una mirada vacía.

Van encorvados, encerrados en sí mismos para no ver lo que hay dos pasos adelante. Pensando siempre en su hacienda, en negocios, en el sucio dinero, en definitiva.
Nunca paran a contemplar dos minutos la belleza de una balconada u observar el salto del gorrión hacia la miga de pan.


E. Nolde, Máscaras, Vida cotidiana III, 1911



No nos conocen. No se conocen. Ni quieren hacerlo, pues no saben lo que es. No necesitan eso...
Yo no quiero ser como ellos, -ahora lo comprendo- yo quiero volar, vivir en otros mundos. Ambientes mágicos donde no se mida a las personas por lo que tienen. Donde no se emitan juicios de valor sin tener ninguna referencia. Quiero encontrar personas que me hagan crecer y dejar alguna huella en ellas.

Quiero ser libre, escribir, cocinar, hablar francés...

JE VEUX VIVRE!

(junio de 2008, Zaragoza)

lunes, 4 de febrero de 2013

Campesino

  Ya era hora de empezar a trabajar. El sol acababa de salir en la sierra de Santa Ana, dando vueltas como de costumbre. Comenzaba otro prolijo día y nuestro aldeano se calzó las usadas abarcas, se abrochó el chaleco de cuero rojo que tanto le gustaba y cogió la azada.

  Caminaba alegre en dirección al huerto. Este año la cosecha parecía abundante. Silbaba una melodía que había aprendido en la proyección de un filme en el pueblo; la letra venía a decir algo así como "iff ai güere a rich man", pero él no sabía qué significaba aquello.

  Transcurrió una hora antes de que pudiera abrir la verja que protegía su cosecha de las ovejas y las cabras de sus vecinos. Llenó el botijo que le esperaba al lado del pozo y bebió un largo trago. Ya estaba listo para empezar.

  Palmeó dos veces antes de sujetar firmemente la azada. Cuando la alzó sobre su cabeza, en la hoja metálica bailó un rayo del sol del amanecer. El apero cruzó la atmósfera y se hundió en la tierra fría. Nuestro aldeano repitió ese gesto dos veces antes de que surgiera su primera pieza. Terminó de arrancarla con las manos callosas y sucias.

  Con aire triunfal levantó la primera letra, era una hache. Una hermosa y blanca hache que lo miraba muda., saludable en su tipografía. Con el orgullo de haber realizado un buen trabajo, la depositó con cuidado en la cesta y siguió explorando los surcos plantados. Una "A", una "Z", una minúscula "i", una robusta y redonda "Q"...

  Siguió cavando hasta que llenó la cesta y se encaminó de vuelta al hogar pensando en el magnífico guiso de poesía que haría su mujer para comer ese día. La cosecha había sido tan abundante que tal vez podrían hacer conserva de cuentos para el invierno, o compota de esdrújulas que tanto gustaba a sus críos en la merienda.

  En verdad, aquella idea de cambiar de plantación, había sido la mejor recompensa al trabajo de tantos años. La única forma en la que no volverían a pasar hambre.

miércoles, 30 de enero de 2013

El último tango en París


            Tres historias son las que se entrelazan en la trama de El último tango: el cuento de Emma Zunz de Jorge Luis Borges, la pintura de Francis Bacon y el origen de ese baile al que llamamos tango. Son tres historias de pasión, muerte y venganza. Los personajes de la película buscan el conocimiento de sí mismos mediante la autodestrucción. Michel Leiris sugirió una vez al propio Bacon que “el masoquismo, el sadismo y casi todos los vicios, en realidad, eran tan solo maneras de sentirse más humano”.
            El tango nace en los arrabales de Río de la Plata y Montevideo y su baile pronto se alojará en los lupanares de París como una expresión de las más bajas pasiones, de la sensualidad. El tango es el baile de la carne donde los danzantes entrelazan sus piernas en un acto exhibicionista de la seducción hecha movimiento. Así es la historia de amor entre Paul y Jeanette: un baile erótico que profundiza en los más oscuros deseos del placer sexual.
            Otro paralelismo con el tango lo encontramos en la cuestión social. A pesar de surgir ligado a los bajos fondos y a un hibridismo cultural pronto es aceptado por las clases pudientes europeas; de esta manera, nuestra joven burguesa adopta la actitud lúdica del baile en sus encuentros furtivos con el maduro americano en ese apartamento de la calle Jules Verne de París. Esa es una de las grandes diferencias entre los protagonistas: ella toma como un juego ese escape que le proporciona el sexo, una manera de evasión de su vida aburguesada y monótona. De hecho, en una escena le dice a Paul algo así como “aquí me puedo sentir como una niña”. Para él, en cambio, los encuentros sexuales son una huida de su mísera existencia, de sus problemas.
Aquí es donde empieza la pintura de Bacon, en la disolución dentro de los excesos de la carne. Y es que el tema de las pinturas de Bacon es la vida en la muerte, cosa que se ha dicho del personaje de Brando: un hombre muerto en vida, sin pasado ni futuro, y del que solo vemos un presente lleno de amargura y falto de esperanza. Un hombre vapuleado por las circunstancias del suicidio de una esposa con un amante clónico, que se siente atrapado en el hotel que regenta.
Bertolucci nos presenta un personaje que no ha podido elegir nada en su vida, con una juventud difícil y una mujer que lo trataba como un huésped más del hotel aunque “con ciertos privilegios”, como le confesará al amante de Rosa. Solo elige una cosa: buscarse a sí mismo en el abismo de los excesos carnales que le ofrece la joven Jeannette, en ese apartamento alquilado y desangelado. Un piso vacío como su alma, que intenta llenar de la libertad que ofrece no saber nada del otro, ni de sí mismo.
La tercera historia, el cuento de Emma Zunz, es la venganza del amor. En el relato de Borges, la protagonista planea el asesinato de su patrón porque lo culpa del encarcelamiento y la muerte de su padre. Se cita con él, le dispara y repetirá sin cesar: “Ha ocurrido una cosa que es increíble... El señor Loewenthal me hizo venir con el pretexto de la huelga... Abusó de mí, lo maté...” Casi las mismas palabras que Jeannette repite al disparar a Paul en la casa de su madre. Es la “venganza” que comete porque él se ha enamorado de ella; porque al final, ha entrado en el juego de enamoramiento que ella le exigía cuando le contaba cosas de su pasado, de su vida fuera del apartamento.
Para ella, todo era un capricho y al cansarse de ese juego rompe la baraja, de la manera más drástica que puede hacerse para convertir al film en un auténtico drama: lo mata haciendo retumbar en el espectador el final del cuento de Borges: “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.”
El resto de historias de la película no son sino el ambiente para desarrollar ese drama. La tonta y superflua relación con el joven cineasta parodia (según se ha dicho) el estilo de la nueva ola francesa en su vertiente más pedante y burguesa. La moral católica más fanática de la madre de Rosa cierra más el círculo opresivo de las circunstancias vitales de Paul. El alegato a favor del suicidio del personaje que limpia la sangre de la bañera. El chanchullo de la prostituta y su cliente mendigando una habitación… Todo eso que queda fuera del apartamento es el límite del marco, el portarretrato de los dos personajes.